La semana pasada Alemania y Francia plantearon la necesidad de implementar un impuesto a las transacciones financieras en Europa, con miras a reforzar la integración y coordinación de las políticas económicas en la Eurozona, que atraviesa por su mayor crisis desde la introducción del Euro, entre otras medidas.
La idea no es nueva, pero a raíz de la crisis financiera mundial, este tipo de propuestas ha recobrado protagonismo, dentro y fuera del ámbito europeo, señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe.
Algunos sugieren aplicar a escala global un impuesto sobre todos los tipos de transacciones financieras internacionales (FTT, por sus siglas en inglés), incluyendo, entre otras, la negociación de acciones y obligaciones o bono, operaciones al contado y de derivados.
Otros plantean un impuesto a las transacciones de divisas (impuesto sobre las transacciones monetarias o impuesto Tobin, CTT por sus siglas en inglés).
El impuesto a las transacciones financieras goza de un respaldo internacional, como lo demuestra la carta para reclamar su implementación que a principios de abril de 2011 envió un millar de economistas de 53 países al Grupo de los 20 (G-20), que congrega a las grandes potencias y a algunas economías emergentes.
La opinión generalizada es que tanto el FTT como el CTT tendrían, por un lado, efectos potencialmente estabilizadores al penalizar la especulación y las transacciones financieras de muy corto plazo. Además permitirían importantes recaudaciones, dado que la base de ingresos sería muy amplia y la tasa muy reducida (el intervalo propuesto generalmente va del 0,005% al 0,05%).
Estimaciones recientes muestran que en el caso del FTT, una tasa del 0,05% aplicada a nivel global tiene un potencial recaudatorio de 661.000 millones de dólares, lo que equivale al 1,21% del PIB mundial.
Por su parte, un CTT con una tasa 0,005% sobre transacciones monetarias en operaciones al contado y de derivados con las cuatro principales divisas (dólar, euro, libra y yen) permitiría recaudar 33.400 millones de dólares al año.
Desde la perspectiva de la CEPAL, la propuesta conjunta de Alemania y Francia es un paso en la dirección correcta. Pero su esfera de aplicación debería ser a escala global.
Los recursos derivados de este tipo de impuesto podrían ser significativos para América Latina y el Caribe. Considerando la puesta en práctica de un FTT global y suponiendo que la recaudación se reparta de la misma forma que la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD), de la cual América Latina y el Caribe recibe actualmente 7% del total, la región podría obtener hasta 46.000 de dólares anuales por concepto de este impuesto, equivalentes a 1,2% del PIB regional.
Según la CEPAL, el uso de este instrumento tributario sería un avance dentro del esfuerzo global de disminución de la volatilidad financiera y de mantención de la estabilidad.