a) La tasa genérica que actualmente es de 16 por ciento siendo que lo aconsejable disminuir la tasa a 12 por ciento aunque recomiendan equivocadamente elevarla a 20 por ciento, desconociendo que a menor tasa mayor recaudación (Curva de Laffer);
b) La eliminación de la tasa diferencial en frontera, por el deslizamiento del tipo de cambio no justifica manejar dos tasas genéricas que solo provocan evasión;
c) La eliminación de tasa «cero» o exención de una gran mayoría de productos exentos excepto terrenos, dejando en tasa cero «Solo Exportaciones;
d) El regreso de la base gravable del ISR en base a flujo de efectivo para que las bases gravables puedan ser sujetas de ágil fiscalización.
La discusión mediática se ha centrado en alimentos y medicinas, pero el problema es más grave de lo que parece, además que hay que evitar hoyos en el «sistema IVA».
Imaginemos a un esforzado obrero casado con dos hijos, viaja en camión, renta casa, paga alimentación, como el IMSS no le pueda dar medicinas de su esposa, las solventa de su bolsillo, compra periódico y libros escolares. Todo esto actualmente no causa el IVA y representa 90 por ciento del ingreso de dicha persona que supongamos que percibe de salario, como muchos, en este país, la cantidad de $4,000. De darse la reforma sin disminución de la tasa, esa persona, para mal vivir a partir del 1 de enero de 2013, requerirá la cantidad de $4,640 lo anterior sin considerar el efecto inflacionario que provocaría la reforma, esto provocará que los sindicatos pretendan la revisión de los contratos colectivos de trabajo iniciando una espiral inflacionaria.
En México la solución no es sencilla, pero podemos iniciar por dejar exentos los alimentos básicos de nuestro pueblo, y las medicinas del cuadro básico, sin incluir productos milagro, los cuales aunque se disfracen de complementos, deben ser llevados a una tasa de 50 por ciento para evitar su indiscriminado consumo.